lunes, 21 de mayo de 2018

LA ROSA DE BARRO


Aprendió del mismo suelo a crear universos… ¡Nadie la enseñó! Un día, cuando apenas tenía siete años, una intensa tormenta inundó el terreno que circundaba su casa ¡La tierra se licuó! impregnándose se tanta agua que transmutó hacia el barro. Cuando el vendaval se calmó,  Fénix se escapó sin que nadie la viera, cerró la puerta con sumo cuidado y huyó corriendo hacia el jardín, colisionando con una piedra que la lluvia desnudó, dejando al descubierto su redondeado corazón de peñasco ¡Se cayó y rodó! incrustándose en una gelatina de charco, al intentar levantarse, tenía las manos colmadas de espesa tierra humedecida, instintivamente,  comenzó hacer figuras míticas, un bello unicornio tan marrón con el cuerno parecido a la estela de un cometa, asombrada, siguió experimentando, hizo un cofre con la tapa abierta, lo fue rellenando con elefantes, algunos dragones, la sonrisa de una media luna y pequeños seres con forma de aldeanos, algunos con aspecto de guerreros ¡Los dejó! y de fue a dormir…

La noche se encargó de culminar el trabajo, los intensos vientos secaron la tierra durante la madrugada, regalándoles el brillo de las lejanas estrellas que observaban.  No se puede saber si fue la luna que resplandecía, la brisa y sus murmullos o el calor que decantaba el firmamento, en realidad, fue una sumatoria de eventos aleatorios, fundando su magia al condensarse el amanecer. El Sol rebosó con su fuego la fragilidad de los contornos, matizándolos con el barniz amarillo de su mirada ¡Todo ya estaba hecho! Las creaciones eran perfectas. Fénix se despertó como solía hacerlo, una rutina de costumbres aprendidas, se preparó para ir al colegio lo cual no fue posible ya que estaban limpiando los caminos, luego de desayunar, salió a disfrutar del día libre.

¡El suelo estaba cuarteado! Inexplicable ¿Cierto? Considerando la magnitud del temporal, regado completamente de formas similares a hojas de otoño, esparcidas como si las hubiesen sembrado. La niña llegó al Edén que había creado ¡Estaba impresionada! El cofre resplandecía lleno de personajes e historias, todas bellas, las agarró con extrema delicadeza y caminado como si estuviese flotando, llegó hasta su habitación, colocándolas al borde de la ventana…

El tiempo transcurrió, la vida desmitificó los mitos, el jaleo de los días, inevitablemente, dejó marcas, señales típicas que evidencian que nunca pasamos lisos por el mundo. Fénix decidió caminos en su encrucijada, no fueron los adecuados aunque, claro,  solo lo supo cuando ya había atravesado el sendero. Aquellas siluetas de barro, yacían dentro de una caja olvidada, simulando momias perdidas en la pirámide de sus extravíos.

Una noche de esas cuando la oscuridad es demasiada, los astros están apagados y la luna sin bombillo, comenzó a divagar dentro de sus espesas tinieblas, sin encontrar sentido al absoluto, vacío -Quizás mejor ahora que después- murmuró para sí -¿No finaliza todo, después de todo? ¿No acabamos finalmente debajo de la tierra, subsumidos en sus espantos, encarcelados, sin ojos felinos que penetren las sombras?-

El frío le condenó la cordura, colmando sus espacios de puntos definitivos, se fue deshilachando en su océano de lágrimas y en ese instante, el más agrio que es posible enfrentar, buscó en el armario alguna cuerda con la cual adelantarse a la eternidad, tropezándose con aquella caja de Pandora… -¡Ah! ¡Que sorpresa!- el cofre y sus figuritas de barro… Al verlas, su cuerpo se fue calentado, abrigándole el corazón con chispas de arcilla, rocío de memorias atizándole la media sonrisa, trasmutándole el horror de la mueca que temblaba en su boca, estirando en sus labios, el tenue brillo del retorno, acunado en el reflejo de rosa blanca.

Scarlet C

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