Mis raices escondidas,
Sostenían
el cielo entre mis ramas.
Al llegar mi hora
de aquella máquina ruidosa,
Ni quise escapar.
Desgarro mi corteza
despidiéndome de mi tronco,
mis raíces aprensadas.
Yo que aguardé
a las aves viajeras
que al caer la tarde
buscaban descanso.
En mi copa los polluelos
despertaban sus alas
y emprendían libremente
el trino matutino.
Ahora por temor,
al resguardo han huido.
El lugar donde habitábamos
guardaba el encanto
y el viento seducía,
Rumores aciagos.
En el aura la epifanía,
escondía los versos
que evadían las palabras.
Como en despejadas noches
el delirante insomnio
aclara al soñador:
"Un millón de luces,
una sola ilusión".
Sueño el desvendar
de tus ojos, hacia esta verdad.
Sin la necesidad de poseer un don.
No sentías el viento, una brisa...
encender tu alma,
No buscabas en el mar
fuerza, alegría, profundidad.
Para no fijarte en mí
vivo, sensible, silencioso.
Antes de expirar,
En el transcurrir
del vaho al rocío
esperaré al alba, por última vez.
aunque ya no se reflejará
su iridiscencia entre mis hojas.
Nunca molesté a nadie
resguardé del sol siempre fresco,
a todo ser
que buscase descanso.
Aferrándome a la tierra,
Persistente
como todo ser vivo
aunque sea de manera insignificante,
Deseé vivir...
Extraño y recuerdo
aquel hombre
que alguna vez se nos acercó,
Largos años atrás
en rojizas tardes.
Nos saludaba al pasar,
Y despues al llegar un otoño
no volvió más...
Mis raíces escondidas
abandonarán el lugar,
Mis esporas al viento
no se donde irán...
Víctor Rogger
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