Fue en mi ángulo obtuso,
que perdí mi lucidez.
En el arrastrar de mis pasos,
en ese rodar de huellas,
borradas por la lluvia de mi locura.
Fue en ese momento quizás
de mi inconsecuencia,
que perdí a mi Dios,
o Él me perdió a mí.
¡Ay…! Madre,
solamente tú me socorres,
me buscas en mis rincones,
sin prohibirme nada. Nada,
me retoñas en tu paciente voz,
amasas mi barro, con ternura,
juntas uno a uno los alvéolos,
me das la vida con tu propia vida.
Pero mi locura se enfrasca
entre infinitos puntos suspensivos,
Gritas irónica,
que te escuchen los vecinos:
-No te olvides de tu madre,
cholo malcriao-
Y es cuando me golpea el extrañarte,
el camino de mi destino,
se funde con el polvo de mis pasos,
y pierdo mi lucidez,
otra vez
y otra vez… mamita.
ABNER VIERA
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