Raudo, alegre y cristalino,
resbalando sobre pendientes andinas,
el fugitivo eterno… río de amor.
Espumas, besos del alma,
raudales de frenética pasión.
Placeres sumergidos en lechos de ríos,
burbujas de caricias, espejos de luna,
seduciendo sombras, al amor.
Orillas, crepúsculos vivos,
llamas ardientes,
placeres prohibidos,
represas de éxtasis,
remansos de olas,
cataratas de pasión.
Morir en un mar de ausencias,
como mueren en vida, los ríos…
lavé con sus aguas, heridas del alma,
ríos de tiempo, viajeros espejos.
¡CON LAS AGUAS LLEGÓ…
CON LAS AGUAS SE HA IDO…
Salmones, truchas, pirarucus y delfines,
tonadas y danzas del río,
profundos, húmedos sudores…
nos amamos en aguas tranquilas los dos.
La riada crecida del negro río,
traicionero de dudas, asesinas pirañas,
ahogan en sangre, ternuras y besos,
soledades tímidas de gélidas lágrimas.
¡Raudales! lleven mi grito de ansias…
En su lecho derramé todas mis lágrimas,
avalanchas furiosas sepultaron su alma.
Solitario camino, sobre crecientes sedientos de amor.
Solo recuerdo en noches de primavera,
que en aguas termales de ardientes volcanes,
creamos remolinos hirvientes de amor.
Por la orilla, camino entre piedras y arenas…
la amo, como la flor al rocío,
ríos de ausencia y olvidos…mis tristezas, son.
Álvaro Álvarez Rojas “Aprendiz de poeta” -Colombia-
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