Mario Levrero
en mil novecientos setenta y tres
tenía la casa
y la mente
el occipucio
y sus madrigueras mentales
llenas de conejos.
De conejos
y guardabosques
y cazadores
y uno al que llamaban el Idiota
que era el capitán.
Y una colina llena de conejos,
y un bosque lleno de conejos,
y conejos que eran personas,
y conejos que arropaban a otros conejos.
Y no dijo que quería tener
desde hacía siglos,
conejos en el pelo
pero sí un libro lleno de conejos raros.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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