No conseguí detener la tarde
cuando las aguas se detuvieron
no encontré tu cuerpo bajo los escombros
cuando supe de tu deriva sin sentido
No se detuvo la luz al llegarnos
cuando la marea hizo zozobrar aquel barquichuelo
no supimos congratularnos de mil victorias
cuando supimos de una derrota
Tengo en mis manos el abanico de tu esqueleto
tengo la duda en mis entrañas
si fuimos conscientes del detenimiento de la luz
en cada sorbo de noche tardía
Hay un sendero abierto de par en par, rendija magnánima
que nos regala otro bastidor donde asirnos
en la tormenta, o dos bastiones donde cobijarnos de las agujas
hay dos historias, o mil latigazos
tu mirada de cristal ovalado
mi mercante derruido a tus pies
y la escarapela aturquesada del reencuentro
en la detenida orilla de una luz varada…
Santiago Pablo Romero -Trigueros-
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