Me sumergí en un mar de espejos.
A una profundidad tal,
que acabé tocando la realidad
con la punta de los dedos.
Y descubrí...
que la realidad es un ser fantástico,
que tiene la cara de un niño.
Y el cuerpo de un anciano.
Me sumergí en un mar de espejos.
A una profundidad tal,
que acabé por encontrarme conmigo misma,
cuando aun no había muerto.
Y por lo tanto no había nacido.
Entonces cogí la escama de un pez
Y me corté la piel con ella.
Pero no sangré. Sin embargo...
La imagen atrapada dentro del espejo,
estaba completamente herida.
Y arrastrándose sobre su propio cuerpo.
Dejó su huella de sangre marcada en la otra orilla.
Me sumergí en un mar de espejos.
A una profundidad tal,
Que pude ver de cerca a los sueños.
Y descubrí....
que los sueños son fantasmas.
Fantasmas que habitan dentro de ese mar,
Ese mar movido por la mano de un poeta.
En donde flota la realidad.
Ese ser fantástico
Que llora como un niño.
Y ríe como un anciano.
Que soy yo misma en un estado,
que no estoy ni viva ni muerta.
Sino flotando como una pluma de cisne
En este inmenso mar de cristal,
y corrientes de pupilas.
Debora Pol.
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