Esta mañana me desperté con deseos de hallarme,
pero me falta alegría y me sobran lágrimas.
Según fue pasando el día tuve la necesidad
de sentirme alguien y salí a tomar la calle sin más.
Por el camino me encontré con gente muy triste
y me puse a darles vida rompiendo su soledad.
También me puse tierno con los niños, al verlos
únicamente con un papá o una mamá inventándose
juegos, pero faltaba la fiesta y sobraba el silencio.
Lo mismo me sucedió al mirar a los abuelos,
cuántas miradas tristes, cuántos lloros derramados,
y opté por salir de mi mismo para darles aliento.
Reconozco que me fallaron las fuerzas para seguir,
volví con el corazón en un puño, y me revolví
contra mí mismo, por estar carente de consuelo
y poblado de palabras que nada dicen, que nada son.
Tras horas de pensar y repensar sobre lo vivido,
al atardecer me cité con unos cultivadores de versos,
para cautivarnos de sueños y enamorar a esperanza.
Hay amores que son precisos para vivir amando.
No es una ilusión, es alcanzar la dicha abrazándose
unos a otros, fusionándose hasta sentirse el otro.
Entonces nuestra boca se colmó de gestos y gestas,
nuestra lengua de regocijo y el alma de sonrisas.
La esperanza es un verso con el que hay que soñar
siempre, a todas horas, para vivir con el anhelo
de ser la poesía que en otro tiempo fuimos
y que soñamos volver a ser, y ser para la eternidad.
Porque en el soplo hemos sido, el sol que ilumina,
justo por esto, pidamos la gracia de ser poetas
a tiempo completo, y así poder cambiar nuestra
actitud, y transformar lo que hoy es desconsuelo.
Atrapado por la sábana de la noche, reflexioné
y me puse a dictar aire para nuestra pobre existencia,
el espíritu que no supe injertar en otro tiempo,
anclado en la orilla de no saber quién soy,
ni lo qué quiero, si acaso sólo vivir para mí
y entre los más míos; obviando la gracia de no ser,
quiero ser para los demás lo que me quede por vivir.
Es la única manera de crecernos, de crearnos
y de recrearnos en el gozo de Jesús, el camino.
El trayecto es más corto de lo que pensamos,
apenas nacemos la muerte nos alcanza,
y la tarea de rehacer el mundo es de todos,
de todos y de cada uno de nosotros,
puesto que hemos de sembrar amor en cada paso,
dejándonos asombrar para renacer en la vereda,
pues si venimos de la luz, a la luz hemos de volver.
Víctor Corcoba Herrero -Granada (España)-
Publicado en la revista Arena y cal 229
No hay comentarios:
Publicar un comentario