sábado, 26 de septiembre de 2015

CUERPO SIN ALMA


A veces pienso que estoy dormido,
otras que no existo, y otras que he dejado de vivir.
En medio de la desdicha,
un corazón llora, pero hay un Dios que perdona.

La soledad de esta morada
me ha dejado sin abecedarios,
lo reconozco,
pero es desde el silencio como me hallo,
aunque no vea nada más que llanto y desconsuelo.

La congoja de unos niños a los que nadie besa
me parte el pecho.
La triste mirada de unos ancianos siempre solos
me despedaza el corazón.
Nos envuelve una frialdad
que nos decrece como humanos
ante las crecientes realidades cotidianas de la vida.

Pero también me digo,
yo soy el dueño de mi camino,
el marinero de mis días,
y por mucho que haya sido lo que fue,
yo soy el que muevo mis pasos.

Se que nada es lo que parece.
Es el efecto de unos cuerpos sin pulso.
Podremos no saber si somos
o hemos dejado de ser,
pero lo que si soy es el capitán de mis entrañas.

Por eso te pido Señor, el retorno a la luz,
el regreso a tu casa de esperanza,
la recuperación de este cuerpo perverso
por el que el alma anda de rodillas.

Danos Jesús mío la energía necesaria
para desvivir lo vivido,
para desenredar lo enredado,
y así enhebrar un verbo nuevo que nos aliente,
pues aunque el camino sea amargo,
al final los frutos son muy dulces,
¡qué un espíritu purgado lleva en su gozo la paz!.

Víctor Corcoba Herrero
Publicado en Luz Cultural

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