sábado, 26 de septiembre de 2015

EL SENDERO…


No pretendo repartir reglamentos, ni juzgar, ni premiar , ni castigar. Quiero ser huésped con los brazos, los oídos y el corazón; porque mi canción es la que tú quieres escuchar. De un poeta, juglar o trovador: no existe otro título o rótulo en mi puerta.
Fue en la hora primera, donde al despertar me reservo tu bien, donde mi fuego tiene su agua, para calmarse a sí mismo en lo apagado.
Haz que por mi mano yo suavice tu mundo y líbrame de ser siempre desconsuelo y tengan tus lágrimas el dolor que semille el cielo, como una piedra que junto al río, ahora y siempre; más de su vida fija y dura, tenga un destino cierto.
¿La poesía es lo cierto? No tuve tiempo de poblar mi huerto. Voy así por la vida: de nada dueño; bebo del agua sin sentirla mía. Yo esperaba mi mundo de otro modo y otra manera de quererlo todo. Agigantado, diferente, con otra risa que ría mis andanzas y otra aventura por llegar a hombre, como un quijote, desesperado, buscando la luz del destino.
Anhelos del buen querer, afanes del aguardar; lleváronme por caminos con sendas de interrogantes, desandando las distancias para forzar el encuentro, antes que fuera perdido al grito que yo te nombre; que en vano no me rozaras, urgida de beber placer, distendida, con los puños cerrados; siempre la noche tornando tras el día que regresa…
En sol y luna dijimos verdades que borraron todo; y sin urgencia de volver sentimos que es posible que una mano abierta angustiada, es una estrella quebrada que en el libro de las playas el agua escribió al pasar.
Llegamos por caminos diferentes, de la ciudad quisimos evadirnos, buscando de olvidar lo establecido; tus pasos a los míos igualaron y tus manos con las mías se buscaron.
Telón atardecido que desciende, al pasar despacioso a nuestro lado…¿era el mundo en que ansiábamos vivir?, mundo sin regresos y sin mañanas, lo nuevo y lo diferente a lo sabido; la fuga de las cosas cotidianas.
Ensueño azul enfriado, que nadie sale a buscar, cual plenitud malgastada, repleta y sin entibiar; aproximó tu andar a mi lado, hallando bajo mi mano, la gracia de tu cintura.
Y tu amor reabrió la certeza, sobre el mundo anhelante de mis cosas, con tu acento murmuraste mi nombre y fue tu imagen la que alejó mi tristeza...

Jorge Daniel Pérez -Argentina-

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