Se dilatan
las estrellas en tu campo...
Se cubren
de uvas tus cavernas.
Hay un gajo de suspiro
en tus placeres.
Besos húmedos...
Torrentes
de manos extasiadas,
cúpula absorbente.
Sólo
quedan ojos…
Sólo mechones
que juegan con los árboles australes.
Velas que se derriten
como lágrimas de niño.
Seres
que no saben de infinitos.
Sólo primaveras,
sólo flores
emergiendo de los sueños.
Amores obnubilados…
Cuerpos celestes,
labios indomables,
néctar de fresas
y albas de luna llena.
Joaquín Lourido Andrade
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