La mano le promete acoplamiento,
leve fricción, ambigua rozadura;
y el temblor que estremezca tu figura
provocará humedad y ofrecimiento.
Vibrante, estilizado, su momento
llega al compás del otro. La hendidura
que a ambos separa inicia la apertura,
y el ángulo se amplía en el intento.
El muslo es antecámara, gobierna
quién accede o no accede a la caverna
donde danzan las ninfas del placer.
Quien lo ha tocado sin rechazo, intuye
que tiene entrada libre. No se excluye
de la fiesta a quien ya empezó a ejercer.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
No hay comentarios:
Publicar un comentario