sábado, 22 de febrero de 2014

CANTO NOCTURNO


En el Principio...
Increada semilla
el arcano del águila.

Antes que la materia y el caos
espíritu con alas el pájaro.

En un temblor del cosmos
arrojado Luzbel de lo Alto.

En el eterno transmigrar del alma...
Como ángeles
de Lucifer y del Hijo:
el águila y el cóndor.

Como arquetipos...
De la sombra y del rayo
estos colosales pájaros.

Anterior a las tinieblas y al sol
estalló una Semilla desde el albor.

Por el orbe
la Trinidad y sus raíces.
Floreció la simiente en Verbo...
Y en obscuridad Satán se transformó.

¡Como escudriñar!...
¿Cuándo el enigma:
es ecuación y círculo.

¡Qué misterios elucidar!
¿Cuándo el Innombrado
es hacedor y abismo?

Habitó la Luz en las Tinieblas...
Soles ambos:
y ecos de un mismo canto.

Al eterno deambular
arrojado el taciturno hombre.

Bien y mal:
cuando el águila
sus alas agitó.

Ni corona ni espinas
el dionisíaco sino del hombre.

No hay pecado ni redención:
sólo el infernal fuego del Creador.

El huevo rompe un ave:
y en el cosmos nace, Dios.

El Acto:
era puro fulgor.
A sí mismo se engendró.

Fue fragmento y antinomia.
Y Luz de la creación.

Gira todo
en torno al Eterno.

Las criaturas de lo alto.
Las infernales:
del umbroso Hades.

Perenne fue el devenir del universo...
Sombrío calvario:
la soledad del hombre.

El Hombre...
En su noctámbulo sino:
parió ángeles y demonios.

¡El hombre!
¿Cáscara de un átomo?
¿Polvo en el infinito?
¿El demoníaco rostro de un espíritu?

El hombre...
¿Un obscuro concepto?
¿Una imaginaria paradoja?

Cual metafísico animal...
En la cruz del madero:
abandonados sus huesos.
¿Qué es el hombre?
La mística huella:
que un águila borró.

César E. Vásquez López -Chile-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 2


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