Quiero hacer un poema
que sea como
un trocito de caña,
que la lleve un arroyo tranquilo
hasta una pequeña catarata.
Enorme para la cañita,
en realidad,
una pequeña caída de agua
donde el cauce es mas estrecho,
la altura, poco más de un metro,
desde dos rocas abiertas
hasta una poza diáfana.
Allí convertirme
en piedra aventurera,
en guijarro humilde,
el mismo de León Felipe
y siguiendo su misma senda.
O rodar como canto de río
sin quedar cementeriado
clavado en la orilla
como el acomodado ripio.
Un trocito de caña petrificado.
Rodar, hasta salir
de la corriente
y seguir rodando
hasta subir una montaña,
aventado por una fuerza
de llamadas urgentes
y correpiedras de alarma.
Y que el poema haga cima
dejando de ser piedra
transformándose en águila.
Entonces,volar las cordilleras
ninguneando los valles
en búsqueda del mar
y su horizonte sin llegada.
Surcarlo a ras de olas,
dejando que la espuma
vaya cubriendo los versos
con una patina de sal,
de color de luna oscura
como un firmamento negro.
Que allí, el poema
se agarre fuerte
a un cuerno de la Luna,
hasta que pase
una estrella sin jinete
y entonces,saltando alejarse,
hasta donde nacen las galaxias
y los sueños e ilusiones crecen.
Montados a caballo
sus versos en ella.
Estrella fugaz, trovadora,
meteorito bufón,
vate errante,
luminaria estelar poeta.
Miguel Rubio
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