En el ocaso de nuestra existencia
llegan las horas rindiendo homenaje,
al noble anciano de blanco plumaje
lleno de luz y grandiosa presencia.
Y en nuestro viaje la anciana demencia
siempre llevamos liviano equipaje,
sin disfrutar de la ruta el paisaje
por ser del tiempo, la eterna inconsciencia.
Pero nos muestra su rostro el arcano
cuando al final de los días postreros
todo se aclara, intelecto y memoria,
Bien se distingue lo santo y profano,
y con el ritmo de conga y panderos
vamos entrando de fiesta a la gloria.
Luis Salvador Trinidad
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