domingo, 2 de abril de 2017
DESAMPARO
Un incesante desfilar de pasos castos, bullicios comunes,
devenir de penas y sonrisas en el refugio habitado ese ayer,
allí fue donde se acogió la sonrisa de inocentes chicuelos,
resonaron crédulos balbuceos, ternura y mimos por doquier.
¡Esa fue la casa de mis sueños quietos e inquietos!,
la que imaginé mi real y permanente posada.
Más actualmente sólo poseo
el documento patentado de mis hijos,
de aquel hogar que inicié frustrado de caricias,
aquella morada la formé con semillas de vientre
casi infantil, allí fui pariendo uno a uno mis consuelos.
Asistí día a día albergando mis desalientos complacientes,
los que aportaron mis chiquillos juguetones,
cuyo llanto era delicia, aplacando mi enojo,
plasmando fuertemente el amor de madre,
mis afanes percibí, elevando mi paciencia.
Mi vientre los acunó un día cualquiera, ¡los repaso hoy!,
los poseí en mi soledad de apegos, en mis noches tristes,
mis mañanas con ellos fueron calmas, plenas de luz,
más aún cuando la ausencia implacable del ser vivo se extinguió,
ellos allí estaban, en mi yo compatible, en mi vientre, en mi ser.
Increíblemente fue así, ya que el ser ausente se negó a percibir el
ruego de sus chiquitos juguetones, acaeció como todo surge,
un desamor crudo, el que llenó de desgano el corazón.
¡La morada de ese ayer aún vive!, germina aquí en la historia,
en el recodo de nuestros sentidos, enlazando desesperanza.
Permanece en el cauce de nuestros temperamentos temerosos,
ya que subsiste fuertemente aún el desarraigo del gestor
y se conserva para siempre en el ángulo de nuestras vidas.
Ariam Diesel
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario