Se cierra el alma,
tras la batalla,
se encoge el corazón,
cuando calla,
y una lágrima
casi sin razón,
silencia la llaga.
Se cierran los ojos,
cansados de mirar,
tristes y henchidos
con posos de sal,
y pétalos del rosal,
heridos y vencidos,
cansados de llorar.
Se cierra el puño,
y aprieta el vacío,
de un aire disperso
entre los dedos
de un vasto hastío,
y con gesto huraño
maldice los credos.
Se cierran las verdades,
entre paredes de papel,
los silencios son ecos
del alma y sus debilidades,
que gritan a través
de las grietas y los huecos
de una piel desecada.
Se cierra la vida
a las puertas de la libertad,
se cierra perdida
en aras de una seguridad,
que aún llora herida,
se cierra el aire al respirar
sin que nadie... nada la diga.
Angel L. Alonso
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