Un día he de observarte
tendido en el manantial
secreto de esta lucha terrible
de esperar y de esperar.
Un día amado mío
vendrás
y ese día vestiré de fiesta
como visten los ángeles diligentes
en la tormenta austera.
Y fue la hora nona
del agua sin riego en diciembre,
y desde esa fecha
sólo he besado
mi almohada.
La he concurrido
como lo hacen los gerundios
y las nutrias inclinándose
de a poco en un laberinto de voces
que no alcanzo a oír.
Es de noche amor
y sobre la espalda tuya
llevas mi nombre
como sombra omitida de luz.
He contado las veces de minutos
o segundos de los tiempos
negados disponibles,
he distribuido sonrisas
orquestadas en los sermones del alba.
Y ahora anuncian carteles mordidos
en el vacío nocturno del retorno,
ven y desenreda la perspectiva
andaluz del que añora una novia
cobijada entre retazos del olvido
y la distancia abolida.
Ven amado mío e incendia
locuras de feria en los altos
y bajos del horizonte dormido
por encima del llanto
el aroma perdido.
Amado mío…
tómame en silencio
o tan de prisa
…cúbreme despacio.
Silvia Ortiz
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