Que límpido es tu cuerpo color azul vidrioso,
cuando luce arpegiante las ondas y las canas.
Guirnaldas de algodones florecen en tus sienes
con lunares verdosos que brotan de tu savia.
Serenos son tus hijos que beben de tu sangre,
con sus frondosas copas y barbas enlutadas;
se ven como esperando, dar el último paso
para caer un día y aferrarse a tu espalda.
Tuviste en la mirada, soles, vientos y nieblas,
llegándote el aroma que expande el alisal,
y a veces convertiste la boya en una esponja
al derramar tu fuerza con toda habilidad.
Sembraste los chircales y ramas amarillas
en nuestro Tonelero, La Quebrada, El Talar,
y al visitar cañadas, arroyos y lagunas
pajonales y esteros vieron tu inmensidad.
Los ceibos de tu vera, rojizos tornaron,
y el curupí nos muestra su traje de peldaños,
iniciales y fechas, que en su pecho tallaron
y que serán visibles al paso de los años.
Te esperan albardones en antárticas horas,
carrizos, terraplenes y la luna también.
Te extrañan sarandíes, donde horqueta y ceniza;
están como divisas que tus ojos no ven.
OSCAR FELIPE CAFIERO
Publicado en el blog de hugopatuto
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