“Ni siquiera me interesan los notables porque lo mío son los sobresalientes y los hago que sumen, suban y sigan... claro que si satisface tener la sartén por el mando y ser sagrado...” Y esta es la decisión principal que llevó la autora a tirar por el camino de en medio con una imaginación sorprendente, sin duda alguna, afrontar una teoría que considera ineludible y que, Rosa Díaz, la autora, ya manifiesta en su primer relato en el que se inicia una trama de complicada transcendencia generando situaciones complicadas. Blandiendo como montera una inquieta y crítica letra T dotada de las más insólitas interpretaciones del alfabeto que también utilizaron para complacencia propia y señaladas figuras de las letras como Cervantes y la fantasía de sus personajes, como las comas de Juan Ramón Jiménez y el callado Antonio Machado cogido del brazo de su Juan de Mairena.
¿Cuento o novela? Pues más bien lo leo como relatos o crónicas, jugando con un amplio pliego de existencias provistas de una variada crítica sobre lo divino y lo humano dedicadas a amplio panorama representativo de una sociedad, pasado y presente, desde la óptica siempre literaria de una T exigente, a veces malhumorada, tanto en el verso como en la prosa de quien la lleva de un criterio a otro criterio, frente al consumo calculado que con maligna intención va alcanzando las más perniciosas maldades en una masa esposada al consumo en todos los campos incluidas las letras del alfabeto. Basta escuchar hablar a los políticos del “Y por lo tanto”, solidario con la T, y todas las sufridas letras de nuestro manipulado alfabeto por multitud de personajillos y trapisondas. Y esa masa embrutecida que se levanta enfurecida, como escapada de un capítulo de la obra Masa y poder de Elías Canetti, gritando: “Nosotros somos de la Sociedad de Consumo y usted no quiere que salgamos en el televisor. El televisor es sagrado, el televisor es sagrado señora. Cómaselo todo, engorde sin preocupaciones que ya le venderemos los anticelitículos y la magia de la cirugía estética”
Por que “intentaremos describir y evocar los olores desde la visión y el tacto. Serán como una amalgama de roces de dedos. Como una fisura ablandada que se quiebra y envejece. Y la vejez huele como a soledad aceptada” Y los que nos situamos al lado de la crítica sólida ética de la T poseída de una originalidad sutil adornada en sus espacios poéticos, donde a todo se presta sin ceder en su postura, también somos los señalados como “políticamente incorrectos” ante la plegarias de los vientres sentados. Vivimos entre el ahogo y el bostezo. Un bostezo que la prosa poética de Rosa días nos manifiesta en párrafos de exquisita belleza como este el de esta “Isabel sin sueño”
“Cuántas lágrimas llevaban la flores que había bordado. Tantas que si las puntadas crecieran, la casa sería un inmenso jardín de hilo conformando un bosque donde no se podría respirar. Cuántas lágrimas y cuánto desperdicio de sentimientos. Cuánto amor en los labios para nada. Cuántas caricias malogradas antes de dejarlas nacer. Y cuántas palabras plegadas en el recato oculto de los devocionarios” Rosa Díaz, poeta de Sevilla sin fronteras, nació el día de Nochebuena de 1946, continuadora de la tradición de grandes poetisas de su propia tierra, como María de los Reyes Fuentes, Antonia Villalón y Julia Uceda. Su obra muestra una solidez y riqueza poética que la sitúa, sin abalorios, como una de las veces líricas y fina prosa en una de las más destacadas creadoras contemporáneas. Y su personalísima T pellizca la mente y acaricia el alma.
FRANCISCO VÉLEZ NIETO
Publicado en Papel Literario
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