Ahora es inquietante la ilusión, y el precio del olvido es una puerta cerrada a ese mundo de desencuentros controlados, de adiciones perversas y embaucadoras. Los hombres eran pasto del empeño inútil de sobrevivir, ahora somos inútiles. No es la miseria, no es la guerra, ni la muerte misma, la supervivencia es una inquietud, una amenaza palpitante en el universo hostil de agujeros de gusano donde se subsiste como crisálida destinada a no ver a no decir a no pensar, solo a ejercer la función de proseguir. Saber es un dolor crónico que se trasmite, una enfermedad incurable, el amor es la moneda falsa que a veces cuela. El peligro es uno mismo, el riesgo de mantener la maquina perecedera es una tortura; al menos los animales tienen el instinto bien encaminado, perfectamente previsto. Cada vez interesa menos terminar el día diciendo palabras que pasen del oído a la realidad, del uso a la razón, del tedio al interés, porque la verdad no es más que una angustia incómoda en el meollo de la vida.
Gualterio Sin Haber
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