Cuantas veces
muere y revive un hombre.
Cuantas veces
va y regresa del fondo del abismo.
Cuantas y tantas veces ahí se queda refundido.
No la muerte orgánica o fisiológica.
Hablo de la muerte del hombre,
la que transforma al ser vivo en cosa,
en un zombi de lunes a viernes y
de sábados con domingos sin descanso...
Esa pequeña muerte, casi imperceptible,
solo de la que saben algunos entendidos.
Lapsus de asficcio.
Pequeños despidos.
Momentáneos suicidios.
Una especie de fotografías instantáneas
de sentimientos por lo jamás tenido.
Flashazos de imágenes de la mujer u hombre perdido...
Sí, a eso me refiero,
a los espasmos de respiros contenidos,
instantes en los que el cuerpo se queda
sin aire y sin contenido:
Sí de ellos hablo, de los suspiros…
Cuantas, tantas, a veces una o dos veces,
día a día, en tardes y noches
en que los recuerdos del amor
prohibido, complicado y aturdido,
personificados en suspiros:
Aire contenido que falta en pulmones,
corazón y en si, en un cuerpo mal herido.
Gildardo Carrión
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