Tenía piernas largas
y muy puntiagudas.
Encantador de serpientes,
se enamoró de la luna.
Un ser peculiar,
de nariz extraña,
tenía un gran mostacho
y no tenía barba.
Solía bañarse en una tacita,
donde el agua estaba
siempre calentita.
Todos le decían
Juancho el Ermitaño,
no salía de día
sólo por las noches
cuando las estrellas
hacían su derroche.
Del libro Cuentos y poesías para niños de
Amanda Reverón
Compartido por Carmen Virginia Rodriguez Caldera
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