Perfectos desatinos,
moradas de color casi morado,
esos violados vinos,
etiqueta en dorado
que suavemente mal han acabado.
Desastres pertinentes,
oleadas de pasión puestas en veda,
las dudas incongruentes,
pactadas en vereda,
saber que no saber es lo que queda.
Manos tan maniatadas
que rompen el dolor de las quietudes,
las paredes pintadas,
se regalan virtudes,
el sello que marcó otras latitudes.
Julio G. del Río -Valencia-
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