Agua Madre, que abres sendas de vida, y ríos entre las selvas
dibujas, escondidas, islas verdes rebosantes de vida en los deltas
en las lluvias, tus torrentes, agrediendo al monte, en las siestas
arrollando a los sauces, que en tu fuerza, lloran con sus brevas.
Y le das vida a la madre Pacha Mama, alimentando sus simientes
generosa, pura, cristalina, indomable prístina y venturosa,
hada y ángel de las flores, de los campos, que riegas generosa
sin pedir nada a cambio, sólo quieres que respeten tus nacientes.
Y hasta ellos, troncos por ti alimentados, y por tu amor inicialados
ya son restos muertos, que no te lloran en las piedras de tu lecho
navegan en tu pecho, enturbiando tu espejo y pureza con desechos
y tus olas, se devoran los barrancos, con tu furia, desbastados.
Y los hombres, sin respetar a tus cauces y fuerzas, inseguros
te obligan a discurrir otras rotas nacientes, y enclaustrarte
en otros cauces, cómplices de ríos, brumas y manantiales
que deshacen con su fuerza, enormes quebrachos insepultos.
Con tu colosal inmensidad, eres espejo, lago, río, siempre agua
aún te veo acariciar y corretear por los yermos sembradíos
alimentándolos a ciegas, desbordando, buscando tú destino,
aplastando chacras, caudaloso, enojando a Madre Pacha Mama.
Y a pesar de tu pureza, vida imprescindible y necesaria,
derramada sin remedio ni consuelo, malograda y pisoteada
destino y derrotero fatal en lagunas malolientes, putrefactas
se va tu vida, como un ángel, en la soledad de la alborada.
De humanos insaciables, eres el irremplazable y único soporte
que derrochan sedientos, tu pureza, tu alma y tu elemento
sin pensar en la sed, el delirio, la muerte o el tormento
de ensuciarte, matarte, y nunca más tenerte, y perderte.
Agua, bendita eres, para todas las almas.
Hombre, no destruyas su esencia, también la tuya, y tu vida.
Manuel F. Romero -Argentina-
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