(Reflexión)
Cuenta una antigua historia que un joven muy desafortunado, anhelaba ser médico, pero sus posibilidades económicas se lo impedían, por lo que resignado, en las afueras de su cabaña, desesperado gritó con todas las fuerzas de su alma:
- ¡Muerte,... muerte!, con gusto entregaría mi alma al diablo si hubiera una manera de cumplir mi sueño de ser médico.
En esos precisos instantes, se le apareció la princesa de las tinieblas con un contrato, diciéndole, firma aquí miserable desdichado y te haré un médico muy famoso y además muy rico.
Solamente con una condición:
- Que cuando yo me aparezca por la sala de cirugía y te diga, a éste me lo llevo, tú, te pondrás a un costado y no harás nada para impedirlo.
Además, el día que rompas el pacto, iré por ti a tu casa para llevarme tu alma, así se selló el pacto y al poco tiempo el joven cobró fama y notoriedad como médico en el mundo entero.
Cada vez que la muerte se aparecía por sus dominios, él se hacía a un lado y lo dejaba ir. Así ganó fama, acumuló muchas riquezas y disfrutó de prosperidad.
Todo iba bien, hasta que le llevaron al hijo de un Jeque árabe muy enfermo. El angustiado padre le ofreció pagar varios millones de dólares si salvaba la vida de su querido hijo.
Cuando se disponía a operarlo, en un rincón de la sala de operaciones apareció la muerte y le hizo una seña para que se hiciera a un lado, pero el médico cegado por la avaricia, hizo caso omiso y salvó al enfermo.
Luego muy apesadumbrado, llegó a su casa y le contó lo sucedido a su mujer, quien le aconsejó que se rapara la cabeza, se vistiera de harapos como pordiosero y saliera fuera de la ciudad a fin de burlar a la muerte.
Así lo hizo, de manera que cuando la muerte llegó a la casa del médico no lo encontró y ésta se fue refunfuñando y maldiciendo al ladino, y taimado médico bribón.
Muy enojada por el fraude, en el camino se encontró con el pordiosero disfrazado y dijo para sí misma:
-a falta de ese médico cretino, liberaré a este pobre pordiosero de sus aflicciones, penurias y pesares, llevándome a cambio de ese bribón, a este pobre pelón.
Y así podemos ver que cuando la hora llega, llega..., no hay escapatoria.
"Y quien mal empieza, mal anda y finalmente, también mal acaba"
George Rivas -Perú-
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