El hombre, tras formar parte del pelotón que acababa de fusilar a un renegado, cuando limpiaba el arma, apretó el gatillo accidentalmente y se hirió en el muslo.
–¡Ayúdame, mujer! –gritó, desesperado, mientras un chorro de sangre manaba de la herida.
La mujer aludida, que era enfermera, vaciló unos instantes. ¿Cómo iba a socorrer a quien acababa de formar parte del grupo de hombres que había fusilado a su hermano? Y, sin embargo, unos segundos más tarde, se afanaba en cortar la hemorragia del herido. El inmenso dolor por su hermano muerto no
había fusilado su corazón.
–¿Por qué me has curado, mujer? –le preguntó el herido.
–Porque la piedad ha prevalecido sobre el odio.
–¿Puedes enseñarme a mí a sentir esa piedad?
–Ya te la he enseñado. Ahora, eres tú quien debe aprenderla.
Del libro El espectáculo más hermoso de
SALVADOR ROBLES MIRAS
Publicado en Los libros de las gaviotas
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