Puños
Un delirio de puños
salta por los aires
en los primero días de verano.
Caen los pilares
que sostienen la estructura
de arriba abajo.
Más abajo.
Muy abajo.
Tajo limpio,
certero,
carne traspasada
por el filo de un cristal.
Desorientado.
Abierto.
Desgajado.
Silencio que grita
en medio de la confusión.
Uno a uno los golpes
llenaron tus bolsillos,
con el puño del alcohol
atravesado en todo el cuerpo
te crecen equimosis
desde los pulmones
y ríos de sangre
anegando las piernas.
Fuego que se expande
por debajo del vientre.
Herida.
Desgarrada.
Lastimada.
Llueve sin prisa
la sangre por las mejillas
abiertas a la amargura.
Tinta esmeralda
en la piel de durazno.
Sollozo azul
que escapa por los bordes
de una bocanada de náusea
y desolación.
Entre golpe y golpe
hay un espacio
donde crece soberbio el infinito.
Entre herida y herida
hay un vacío que refleja la sombra
de tu sombra en penumbras.
Entre ese espacio y ese vacío
un relámpago se adueña
de los castigos prohibidos
y de la voz que no pide perdón.
Llora un llanto de mujer
lo que no puede defender como hombre.
Con el oficio de hembra bajo el brazo
vuelve a ser la reina de los altares
subiendo desde el fondo del tiempo
como un sol equivocado,
perfecto,
feliz.
Porque la memoria del miedo
viene después.
SANDRA GUDIÑO (Santa Fe-Argentina)
Publicado en la revista Gaceta Virtual 102
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