Sus huellas van dejando
sobre la dorada arena
un sendero de algas
que marca el itinerario
bamboleante por donde
te va llevando el dolor,
ebrio del licor salobre
embriagador de las mareas,
perdido bajo una égida
de huidizas estrellas
que gravitan sin destino
mar adentro, mar adentro.
Donde las aguas gélidas
te aclaman en la noche
con la percusión sonora
de los tambores cautivos,
sonidos de otras guerras
viejas, caídas en el olvido.
Confunden los confines
de los sueños perdidos,
en un horizonte confuso
donde perdida se diluye
la melodía inaudible
de los desiertos de arena.
Sonidos rituales, oníricos,
como vuelos de gaviotas
que desorientadas viajan
a los confines crepusculares
de los sueños perdidos,
en un río de hirviente lava,
en un horizonte confuso
donde la alborada se diluye
en esa armonía taciturna
de las almas pasajeras,
almas que vagan viajeras
sobre desiertos de arena,
los tempestuosos mares.
Al despertar de un sueño
que tiene inalcanzable
su punto de ensoñación
y te despierta desasosegado
acunado entre las dunas
celestiales, oceánicas,
el susurro indescriptible
mágico y eterno de las olas
Paco Lainez
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