Menudeando el paso,
saltando sobre los obstáculos,
me dirijo a la casa de atrás,
en la segunda planta
giro a la izquierda,
subo al desván.
Tu maleta me dice que llegaste
y entre dos cestas de mimbre
domina el sentimiento,
el de soñar.
Tan sólo una vez me acerco,
pero no te vas,
tu sombra,
con la que alumbras
sobre nubes aplastadas,
recita poemas
de un corazón cansado
de amar,
de playas negras,
de brazos que se abren
sin saber acariciar.
Con los labios del día
déjame susurrar...
la manzana de Eva
queda libre de pecado,
llegamos ya.
Rafi Guerra
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