Mis desvelos son favelas de hielo
en una torre de babel.
Mis desgarros son ambrosías
roídas entre la grama de los espejos.
Mi cansancio triplica
la decadencia de mi dejadez.
Mis músculos son flores marchitas
en un estercolero de pelos.
Mi prisión es una guillotina
en el cuello de Damocles.
Mis días son torniquetes
anudados al cuello de mis tataranietos.
Mis llantos son la gasolina del motor
del desvelo de los demás.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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