Un ángel de niebla y ceniza
viniera a mí en el atardecer
con su muda voz sacudida,
y abriera desmesuradamente
sus ojos sin dimensión,
sus ojos vacíos navegando.
Viniera en el atardecer
hasta mi distante ventana,
y sacudiera su voz
de áfonas sonoridades,
de áfona intemperie tonal,
al tardío atardecer,
envuelto en insondable niebla.
Y me mirara con sus ojos
inalcanzablemente lejanos,
errantes por la interioridad
de mis criaturas inconsolables.
Un ángel de niebla y ceniza,
un ángel de despiadada mudez
frente a mi remota ventana,
con sus labios inútiles llamando,
irreconociblemente mío.
Ulises Varsovia -Chile-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 63
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