Por la silenciosa carretera,
en el límite del asfalto
y la tierra calcinada,
caminan hombres de uniforme,
lentamente caminan
mirando al suelo, callados,
como si no fuesen más que una fantasmal prolongación
de la eterna y gris quietud del horizonte.
Son los restos del ejército vencido.
(Fueron soldados) Hoy son desolación,
rostros barbados, hambre, incertidumbre.
Son apenas la sombra de un naufragio
que ellos no deseaban.
Son el recuerdo horrorizado
de aquellos otros que quedaron para siempre
(¡para siempre!) entre el fuego, en la llanura
donde miles de cuerpos se amontonan
sumidos en una paz espantosa.
Son el eco angustioso y desgarrado
de una breve pregunta sin posible respuesta.
(Fueron hombres) Hoy sólo despojos.
Sólo queda la voz atronadora en la distancia
gritando nombres que no contestarán.
Sólo quedan ojos errantes y llorosos
buscando caras que ya nunca verán,
labios que ya no besarán, sonrisas
posibles ya tan sólo en el recuerdo.
(Mientras, en Occidente,
alguien afirma que hubo vencedores.)
Del poemario El horizonte traicionado de SERGIO BORAO LLOP
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