Me asombra tu poderío, tu sombra enlutada,
donde las miradas –galgos salidos de la nada-
socaban las rutas de los astros
y se montan en sus puntas,
galopando hacia el confín cobrizado de la oscuridad.
Tus tentáculos embisten y blandean.
Tu negra manta es un colmenar que se abalanza cual estrellas.
Y hacia mis ojos,
revientas tu luz opaca que me asalta:
desde mis iris abordo a mi ser y lo violento.
La noche es una espada agitándose
para desbravar el día.
Salvador Pliego
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