Fría como el hielo
de los polos lejanos
donde el sol no llega
a calentar la tierra.
Aterida como la nívea nieve
que cubre las calles
con su blancura y palidez
en los largos inviernos.
Dura como un iceberg
en el medio de los mares
árticos, donde permanecen
callados y solos.
Así era yo con mi corazón
donde ni aquellos poemas
hubieran derretido la dureza
que en él por años se instaló.
Y en un incierto instante
apareciste tú
y casi sin darme cuenta
con tu tierna lumbre
fuiste derritiendo
poco a poco
mi helada vida
llena de la frialdad indiferente.
Con tu amor que día a día
me envías desde tu corazón
has encendido en mi alma
y en mi cuerpo apasionada llama.
Ya no hay hielo
solo hay fuego
que se aviva exaltando
en un ardoroso estallido
de pasión
cuando tú te acercas
y tan solo me dices:
"Hola mi amor".
Diana Chedel -Argentina-
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