En el censo azul del horizonte,
vencedor y vencido son un solo cadáver.
El campo de batalla no reconoce dignidades;
no hace distinciones ni permutas.
La sangre accidental del derrotado
y la sangre del héroe victorioso
se buscan bajo tierra
hasta descubrir que no son tan distintas;
se mezclan bajo tierra
y encuentran las raíces
del árbol poderoso
que nacerá mañana,
y allí, entre los ramajes,
vencedor y vencido son una misma savia.
Toda batalla entraña
infinitas derrotas
y una sola victoria,
efímera como la ola
que apenas rompe se retira
para no volver más.
SERGIO BORAO LLOP
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