Quedó cimbrando la hoja del machete
y al músculo el temblor le contagiaba.
Por la herida cortante de las lianas,
la savia, cual la sangre se escapaba.
Una vez y otra vez, moviose el brazo;
y tras el, por encima y por debajo
el hombre fue a la luz brindando espacio,
por imperio creador de su trabajo.
Y al afirmar la planta con cautela
en la tierra fecunda y palpitante,
fue robando a la fronda el ignorante
pesado y señorial letargo verde.
A poco de avanzar, tras él crecían
reducciones y pueblos por doquiera.
Jamás soñó que el hacha a su servicio
iba a hacer realidad una quimera.
Por un lado la luz, la cruz y el hombre
en rudo batallar por la existencia;
y cediendo al impulso o atacando,
se transformó en un signo: Resistencia.
Allá fueron quedando los raigones
de las obras brindadas sin empacho,
lo mismo que al talarlo signos quedan
que nos dicen: aquí creció un quebracho.
Este fue nuestro ejemplo temerario.
El destino se forja trabajando.
La selva y su lenguaje milenario
nos preguntan: ¿Qué estamos esperando... ?
Es la hora de hacer, igual que entonces;
es la hora bendita en que se juega
por imperio de cosas naturales,
el porvenir que nos llamó ala cita.
Y si ayer con indómita constancia
fue rudo el batallar por la existencia;
mañana ha de servirnos como ejemplo,
la tónica de su nombré: Resistencia.
Del libro Escuelas paisaje de VÍCTOR MIGUEL MERCADO -Argentino-
Publicado en la 2ª antología de poetas argentinos
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