Febo se despereza entre los pinos:
espabilan sus aspas los molinos;
del letargo sacúdese la huerta…
Dos niños, en jamelgos ya cansinos,
cabalgan por la senda aún desierta.
La madre les abana de la puerta
y al paso dormilón de los chiquillos
alborotan los teros, siempre alerta.
El cielo estalla en granas y amarillos.
Se respira el dulzor del pan horneado;
los hombres se dirigen al sembrado,
silbos y ansias y azadas y rastrillos.
El patio familiar huele a tomillos
y a bucólica calma el campo arado.
Delia Esther Fernández de Hernández -Uruguay-
Tercer Premio del XIX Premio Carta Lírica
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