En mi habitación no hay nada
excepto el fonógrafo y un lecho;
y en el corazón tampoco hay nada
excepto un hijo de mí diverso.
Así, hay espacio para moverse
tanto en el corazón como en el cuarto;
he arrojado los harapos al fuego,
tirado al mar los sentimientos.
No todos tienen vacío el cuarto,
no todos tienen el corazón vacío,
aún se puede dejar entrar
cada mañana un mundo nuevo.
Juan Rodolfo Wilcock
Publicado en el blog bibliotecasarmiento2131
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