martes, 2 de agosto de 2016

LA NOCHE FRÍA


Al llegar la noche con ella el temor
a las sombras y a la soledad, mi poema
es triste porque me trae la voz de la
madre que llora a su hijo que dispara
y quita vidas, que no entiende el dolor
del que sufre y lucha por esta sociedad
perdida. Pobre voz del inocente que se
esconde en los callejones sin hallar salida.

Esta noche me trae la voz dolorosa de la
madre, que llora a su hijo muerto por una
bala perdida; me trae el llanto adolorido
de la madre que llora en silencio porque
su niña ha sido víctima aquellos hombres
canallas, sin pudor, que quisieron purgar
sus pecados en la fuente inocente y pura
de aquella que nada sabe ni comprende
porque quieren destruir su vida.

Trae el llanto de la esposa que sin fuerzas
ya para continuar se sacrifica por sus hijos,
ya que el padre fue muerto por tonterías.
Su risa y su entrega ya no llenan la casa,
ya no hay quien provea para la familia

Me trae el llanto de la anciana que sufre,
vigila y ora para que sus hijos y nietos no
sean víctimas de la guerra absurda donde
cada quien ejerce poder; donde los buenos
caminan temerosos cuidándose de las esquinas
mientras los malos acechan desde los callejones,
desde las azoteas, tras las ventanas…, salen como
espíritus malignos y sin ser vistos toman a su
víctima, la sacrifican luego huyen.

Esta noche gris me trae el silencio cómplice
de quien mata y hace daño, impera la
ley del silencio, ¿quién puede decir que pasa?

Escucho entre penumbras el llanto adolorido
de aquella mujer que abandonó su casa, sus hijos,
su madre para huir de la muerte, de la mirada
asesina de aquellos que creen que su fe y sus
principios morales son una amenaza para sus
macabros planes. Solo porque ella alza sus
manos y sus ojos al cielo y grita.
¡¡SEÑOR, MIRA CUÁNTO DOLOR!!

Esta noche me trae la incertidumbre y el dolor
del padre que sabe que enseñó a sus hijos
el trabajo honesto, y eligieron el camino de la muerte
su tristeza es el grito silencioso de la tierra que
absorbe la sangre de los inocentes que han caído
bajo las armas asesinas de aquellos que van por el
mundo segando vidas; donde en silencio llora
y exclama entre temblores: ¡Yo guardé su sangre
y sus espíritus para que un día sea recogida por el
dueño de sus almas que con dolor nos mira.

Esta noche tenebrosa me trae la imagen cansada,
dolor del ventero que deambula por las calles,
que vende el dulce para llevar el pan a sus hijos.
pero camino a casa tiene que pagar la cuota para
poder trabajar y hasta salva guardar su vida.

Mi poesía es triste porque es mi propio dolor.
El dolor del desplazado, del campesino sin tierras,
del indígena sin resguardo porque los capitalistas
creen que se puede sacar más provecho con sus
tierras, que allí queda bien una cadena hotelera,
una hidroeléctrica o un parque natural la ciudad
tiene que crecer, ¡el indígena tiene que retroceder!
¿dónde está la paz de la que tanto hablan?
¿acaso bajo las cobijas dónde lloramos nuestras quejas amargas?

Mi poema es triste porque aquellos fuertes,
aquellos poderosos llenaron los hogares de mi ciudad,
de mi país, de mi tierra, de dolor y de tristeza.

Martha Lombana -Colombia-

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