Frente al mar, una noche sin luna y sin marea,
danza ancestral primaria y poderosa.
Nada me place tanto
como el viento que eriza mi pubis en la arena.
Catedral de salitre, la playa me derrota.
Me arrodillo, y coloco mi cabeza en el suelo
Oscuridad que repta, sus placeres salinos
y el viento se pasea por mis piernas.
borboteando su espuma salobre en mis pezones.
Un brillo de luciérnagas palpita en mi epidermis
y una explosión de estrellas ronronea en mis venas.
El viento como un pez me corcovea,
delfín en celo cabalgando brioso,
sobre mi cuerpo espuma, derramada en las olas.
Un crepitar de muslos y de brazos
se enredan cual medusas en una danza eterna
Y el viento que me habla y que me llena
de labios y de lenguas, deslizándose sílfides,
hormiguea febril en mis entrañas
para sembrar el hijo huracanado.
Jenny Londoño López -Ecuador-
Publicado en La Biblioteca
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