(Lorca y Alberti)
Madres todas paridas,
la ley de la gravedad a veces desierta
a rituales palabras se adosa bajo las estrellas
fructíferas como castores en la mente,
no hay silencio para el pilar de un acorde
cuando el tratado de paz perfila
olas de sangre en tu nocturno pelo.
¡Mi luna! ¡Mi luna!
¡No seas niño!
Las cartas sin abrir tíralas al fuego
¡No abras tu corazón abierto!
Tu luna ara y allí se clava verde lágrima
tuvo que enterrarte solo
convertido en mortecino corso.
Son los dignos en tu zanja luciérnagas
pespuntando en éxtasis místico
un techo embovedado
arrinconado en vigilia.
Doblaron las campanas del reloj y apareciste
en la médula de la noche burbuja de un lirio intenso mar,
tu breve librillo y tu piedad de mármol
insistente de sangre en sangre de esperanza,
¡Relinchaba cada colina con tambores helados!
Las conchas marineras son de bálsamo
¿Lo sabes? Pero tú no bordeas
no olvidas que en sus vientres
yunteros y pastoras sin savia dejan secos
los tornos gelatinosos del llanto
y en tu boca licuan la reliquia de un verso.
Manuel Vílchez García de Garss
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