Está ahí, en el escaparate,
su blancura enseñándome.
A veces se adorna con chocolate.
Otras se protege con hojaldre.
A veces se ondula como el mar
en días de fiera tempestad
o se une al bizcocho
en una tarta monumental
para un cumpleaños celebrar.
Pero llega el momento,
sí, el momento, de tenerlo
entre mis pequeñitos dedos
para de un bocado comerlo.
Uno, dos, tres, no sé parar.
Seguiría con alguno más
pero me haría engordar
y mi figura estropear.
En fin que a tu hermosura
he de renunciar y solo alguna
fiesta aislada me permito
deleitarme contigo.
JOSÉ LUIS RUBIO
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