La voz de tu latido, del poeta y sacerdote español Juan Antonio Ruiz Rodrigo gana el XL Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística
La proclamación de la obra ganadora ha tenido lugar en acto público desarrollado en un formato híbrido —presencial y online— desde la Universidad Técnica Particular de Loja (Ecuador), Madrid y Roma, el lunes 14 de diciembre.
Con el poemario La voz de tu latido, Juan Antonio Ruiz Rodrigo (Bolaños de Calatrava, Ciudad Real – España) ha obtenido el XL Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística. La dotación del Premio es de 7.000 €, la edición de la obra y una medalla conmemorativa. La obra ha sido seleccionada de entre 278 poemarios de 29 países.
La obra ganadora, La voz de tu latido es un libro de sonetos distribuidos hábilmente alrededor de la observancia de las horas canónicas, en donde cada composición es un jalón expresivo de la unión con Dios en la que el alma da cauce al dolor del amor. Es una poesía luminosa, que unge la conciencia del lector con celestial emoción.
Por otro lado, la obra El delirio del barro, de Julio Estorino (Cuba - Miami, Estados Unidos) se ha hecho acreedor de una mención de honor por los miembros del Jurado. En dicha obra el autor expresa líricamente la alegría vital de la presencia divina, abriendo inmensos horizontes ante la mirada sencilla del poeta.
El Presidente de la Fundación Fernando Rielo, P. Jesús Fernández Hernández, en su mensaje, dirigido a todos los asistentes afirmó: «Todos ustedes se dan cuenta que este premio no es un premio de poesía propiamente dicha, ni siquiera un premio de poesía religiosa. Es, más bien, un certamen de poesía mística.» «La poesía –afirmaba Fernando Rielo– se hace poema cuando los múltiples recursos de una lengua se ponen en función de las escogidas imágenes estéticas que evocan la verdad, la bondad y la belleza del llanto del amor» .
Más adelante añadía «Es cierto que el poeta es hijo de su tiempo, pero no debe ser esclavo del mundanal ruido. Ya en 1999, en uno de sus mensajes al Premio Mundial de Poesía Mística, el Fundador del Premio se adelantaba a nuestro tiempo: «Hay en la atmósfera de nuestro vivir contemporáneo una actitud antipoética, antiestética, que, aboliendo el profetismo e intentando destruir la sacralidad humana, vocifera con la maraña del desamor unos supuestos valores que, sin sentido, caminan a la deriva. Se prefiere el olvido de Dios y la inmersión del espíritu, ocultando la exigencia de su generosidad y apertura a un prójimo débil e indigente».
Para concluir, el Presidente del Premio invitaba, no sólo a los presentes en el acto «sino también a todos aquellos a los que pueda llegar “esta mi humilde voz”, a recrear la naturaleza, la sociedad y el entorno familiar, profesional, religioso, cultural, estudiantil, por medio del arte del amor, cuya sustancia es el buen gusto. Y aquellos que poseen el don de la poesía se dignen elevar a arte la voz orante del espíritu, que es ofrenda, servicio, testimonio y profecía, a imagen de Cristo que, con su vida, dedicó al Padre el mejor de los poemas: dar a todo ser humano sin distinción de edad, raza o condición, la potestad de ser hijo de Dios. Esta filiación, expresión del agustiniano corazón inquieto, es lo que todos los poetas, que quieren serlo, cincelan con el dolor del amor, en el suceso cotidiano, para ser portadores de la gran poesía mística que requiere la paz, la fraternidad y la convivencia de nuestra sociedad contemporánea.
Fragmentos del poemario La voz de tu latido:
Me está doliendo el alma intensamente,
hasta afligir mi pecho malherido,
como un temblor de pájaro vencido,
o el suspiro sin fin de un beso ausente.
El agua de tu mar, con paso urgente,
inunda el corazón de amor perdido,
que dentro de mi ser cada latido
es una muerte dulce y transparente.
Derrámame en tus manos de alfarero,
pues sin tu amor la vida es un morirse,
bajo la piel de un llanto duradero.
¡Tanto sufrir de amor, tanto afligirse,
para un vivir muriendo, prisionero
de tanto amar y arder sin consumirse!
******
Quién naciera otra vez para encontrarte,
bajo la piel fecunda de la vida;
Quién pudiera besar tu tierna herida,
y nadar en tu mar para abrazarte.
Quién hallara valor para buscarte,
en el denso horizonte de tu huida;
Quién tuviera la suerte prometida
de atravesar tu amor de parte a parte.
Solo quiero escuchar tu dulce canto,
el temblor de tu voz tras la ventana,
que apacigua el tumulto de mi llanto.
Dame un rayo de luz cada mañana,
que presiento el latido de tu encanto
en tu tierna mejilla tan cercana.
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