Se aquieta mi verbo, de solo verte.
Yo, dueño de tantas palabras, metáforas, versos y prosas
no encontré, en ese instante, ninguno que te exprese, mujer hermosa.
Y te acercas y sufro, ¡¡rota ya el alma mía!!.
Dulce esperanza nace, como una melancólica melodía
deseando que me mires a los ojos, leas mi amor, y sólo sonrías.
Y el sol tendrá más brillo, y la luna más belleza.
Yo, beberé el aliento de tu sonrisa, y amaré tu aroma a primaveras
y seré feliz, en ese momento dulce, en el loco ensueño, de que me quieras.
Y llegas y te acercas, bebo el perfume de tu cuello.
Piel de amapolas que invita e incita a mis ansias de besarte
y te pegas en mi pecho y me dices ¿cuánto más, tengo que rogarte?
Y estrecho tu pequeña y frágil cintura.
Tu boca se acerca y me besas,¡¡un instante de locura!!
el crisol de tus ojos y el trigal de tu pelo, me embriagan de ternura.
Y fuiste mía en el portal del molino, a la luz de la luna.
Tu vientre, tu cuerpo, tus manos, cuál vuelo de golondrinas
en aquella primera vez, de puro amor, arrullo de la noche y brisa marina.
Y nos amamos para siempre, sin promesas, solo amor.
Llegarán los momentos que seremos uno, unidos por siempre los dos
y tuyos y míos, los retoños nuevos, la esperanza nueva, la dicha y el AMOR.
Vivir, sin la dicha de amarte, es imposible.
Manuel F. Romero -Argentina-
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