TODAVÍA
Si todavía en la noche,
si en la noche todavía
se pueden ver las estrellas…
Si en el día todavía…
¡Ay el día,
el día donde todavía
no sabe si es todavía
o no es todavía el día!
Y entre la noche y el día
tú y yo y yo y tú y la muerte
y, con la muerte, la vida,
quizás no sabremos nunca
si todavía es todavía
Si en la noche …Si en el día…
Una rosa, un ruiseñor…
Una lágrima perdida
entre trinos moribundos
no sabía donde estaba
ni si venía o se iba
todavía, todavía…
OJOS
Los ojos del dios dormido se veían a si mismos.
Los ojos del dios despierto sólo veían un desierto
en donde el dios se moría de sed, remoto y perdido.
El dios quería estar muerto pues viviendo no vivía.
Se veían a si mismos los ojos del dios dormido.
Lo sabido y no sabido, lo dormido y lo despierto.
El amor, y el odio, unidos en el alma de aquel loco,
gemían en el sin sentido del sentido enloquecido,
sordos y ciegos y oyendo y viendo y muertos
y, al mismo tiempo, milagrosamente vivos
y tejiendo una bufanda colorida de delirios
y anudando la corbata de un repugnante político.
Los ojos del dios… ¡Oh dioses de dioses rotos!
Dioses y dioses y dioses convertidos en añicos.
Decidme, oh dioses, decidme:¿En qué y quién no creer?
Lo creído y no creído, lo nacido y no nacido.
Yo vi como agonizaba siendo yo niño a otro niño
en un hospital que olía a lágrimas y quejidos.
Yo olí la muerte en Sevilla y la Giralda era un grito.
Yo en México vi a la muerte, pirámide de infinitos,
entre éxtasis de sangre y besos de amor oníricos
y huí de mi, para seguir, ya por siempre, y para siempre,
huyendo. huyendo y huyendo, dios de dioses, de mi mismo.
OJOS
Los ojos del dios dormido se veían a si mismos.
Los ojos del dios despierto sólo veían un desierto
en donde el dios se moría de sed, remoto y perdido.
El dios quería estar muerto pues viviendo no vivía.
Se veían a si mismos los ojos del dios dormido.
Lo sabido y no sabido, lo dormido y lo despierto.
El amor, y el odio, unidos en el alma de aquel loco,
gemían en el sin sentido del sentido enloquecido,
sordos y ciegos y oyendo y viendo y muertos
y, al mismo tiempo, milagrosamente vivos
y tejiendo una bufanda colorida de delirios
y anudando la corbata de un repugnante político.
Los ojos del dios… ¡Oh dioses de dioses rotos!
Dioses y dioses y dioses convertidos en añicos.
Decidme, oh dioses, decidme:¿En qué y quién no creer?
Lo creído y no creído, lo nacido y no nacido.
Yo vi como agonizaba siendo yo niño a otro niño
en un hospital que olía a lágrimas y quejidos.
Yo olí la muerte en Sevilla y la Giralda era un grito.
Yo en México vi a la muerte, pirámide de infinitos,
entre éxtasis de sangre y besos de amor oníricos
y huí de mi, para seguir, ya por siempre, y para siempre,
huyendo. huyendo y huyendo, dios de dioses, de mi mismo.
JUAN CERVERA -México-
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