En la esquina puebla un silencio quieto, sin pasadizos, con el alba
imaginaria, única espectadora de la inercia. Falta todo, nadie alrededor, en el camino de hojas que no saben de abismos.
Las horas avanzan insólitas, sin contemplar el final de otro día, me envuelvo
en el inaudito semblante de cada noche de amor.
Se filtra de la mano la invidente lágrima del intersticio de los siglos, la
inamovilidad de la piedra insípida, solitaria,el ritual del viento en las cortinas de humo, la voz que se va, reducida, retirada de una desesperanza, con su
mirada de arena cada mañana.
El rostro con la misma vergüenza de siempre, y su color de pájaro derramado,
sus trémulos gestos, quedándose mudos.
Alguien me habló de ti en sus líneas estremecidas, tus palabras han
oscurecido por el paso de los años, mezcla de imágenes bajo mi sombras dolientes, amando hasta llegar a no ser yo mismo, solo ese minúsculo latido intocable, atormentado por la bruma ante mi nada.
Y tu nombre vaga, está servido sobre el vidrio, intentando morder mi ira,
mis sentidos y esta conjugación de sílabas amorfas en su brutal
reencuentro con las sábanas...
Juan Mauricio Ochoa Gallego -COLOMBIA-
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