Robas mis espacios
con tu ausencia
y oscureces los rincones
de mi gélida habitación
al negar tu luz.
Te fuiste como si fuera
tan solo un hasta luego,
negándole la claridad
al que prometía
ser un nuevo y gran día.
Me dejaste tendido en la cama,
con la cabeza enterrada
entre los pliegues de la almohada,
mojada por tanto llanto;
hijo y fruto del desencanto.
Amargo desencanto
que muere en tus orillas,
pues de mí te fuiste
sin un adiós en la boca,
sin dar pie a la despedida.
Hoy aquí yazco,
entre los libros que solíamos leer,
entre los restos de aquel café
que no sabe igual sin compartir
y entre las ruinas de lo que fue.
Y voy muriendo a trozos,
al convertir los sentimientos en despojos;
partes de mi alma que se van desmembrando,
olvidando que un día tan solo ansiabas
estar por mi esperando…
Isidoro Giménez
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