Por la rendija de mi vida
se coló una mariposa.
Blancas inmaculadas sus alas,
rosado su cuerpo.
Y penas a los dos días,
luego de revolotear alegre
por los rincones de mi vivir,
la vi agonizando, moribunda,
balbuceando mi nombre.
¿Qué es lo que tienes,
acaso hablas?
¡Ayúdame, por favor! -murmuró-
¿Acaso no sabes que las mariposas
solo vivimos apenas unos días?
¿Qué solo el amor de un hombre,
la puede convertir en mujer,
solo si la hace feliz de por vida?
Luego de sus esforzados interrogantes,
quedé absorto, sin saber que hacer
hasta que ella me dijo entre suspiros:
¡Asegúrate de amarme siempre
y solo bésame, seré mujer y tuya!
La veía tan hermosa, yo tan solo,
entonces la besé y la dejé por un rato.
Cuando volví, en mi desordenado cuarto,
una bella mujer, de rosada piel tersa,
de blanco camisón, recostada en mi cama.
¡Ahora soy tuya y tú mío, ven a mi lado,
que la vida nos espera y nada preguntes!
Desde entonces, nada pregunto
porque a la felicidad solo hay que gozarla,
ya que es un misterio, como el amor
y no duran para siempre...
Adán Martínez
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