Una tarde de abril,
silenciosa y perdida,
recordé todo el color,
la alegría y el mar,
de un verano pasado,
de un abril ya olvidado
La tarde avanzaba,
con lentitud pasmosa,
mientras, la vida seguía.
Sentado en un banco,
tomaba el tibio sol,
con otros ancianos.
Cerrando los ojos...
recordaba yo el lugar,
donde ahora estaba.
El mismo lugar ...
era entonces otro lugar.
Entonces no tenía bancos,
ni parterres ni setos...
!Pero se veía el mar!,
siempre allí a lo lejos.
Ahora hay casas,
hermosas, lujosas
y bancos del parque,
donde reposo ahora.
Ya nadie habla para nada,
de lo que allí hubo un día;
la pequeña colina
junto a nuestra escuela,
por donde corríamos,
jugábamos y gritábamos,
a las cinco de la tarde,
cuando Don Ramón,
cerraba la escuela,
con la gruesa llave.
Y a finales de junio,
la cerraba del todo.
!El verano se abría!,
y desde la colina,
pequeña y discreta,
bajábamos al mar.
!y éramos felices!,
pescando y gritando,
corriendo alocados.
Ahora es verdad:
!Somos más ricos!.
La colina es un barrio,
de la gran ciudad...
Mas no es nuestra colina,
!no existe, no está!
No nos lleva hasta el mar.
Construcciones, ladrillos,
lujo y mucha ostentación.
Cierro los ojos...despacio
y el tibio sol de abril,
me permite sosiego,
me permite ...soñar,
con un recuerdo real,
y poder exclamar:
!Mi colina existió!.
MARÍA LUISA HERAS VÁZQUEZ -Barcelona-
No hay comentarios:
Publicar un comentario